martes, 21 de junio de 2011

La mala resaca del terrorismo

Infierno. Hieronymus Bosch (El Bosco)

No deja de ser chocante que la Guardia Civil, las policías española y francesa y la Ertzaintza se hayan convertido en las principales aliadas de una izquierda abertzale que ahora puede adoptar posiciones políticas que le hubiesen costado muy caras en otros tiempos. Yoyes y algunos otros no tuvieron esa suerte.

La enorme debilidad a la que el trabajo policial ha llevado a ETA no solo ha aliviado la presión sobre dirigentes y votantes abertzales sino que, además –y también es paradoja- les está eximiendo de tener que pronunciarse contra lo que antes llamaban “la vanguardia”. Al fin y al cabo ETA está a punto de desaparecer sin necesidad de que ellos tengan que mover un dedo que alguien les podría en su día reprochar ¿Por qué iban a hacerlo entonces?

Pero tres décadas de asesinatos, amenazas, coacciones y enorme violencia contra la sociedad vasca no van a pasar sin más. La borrachera de sangre y de terror no se evaporará sin una resaca proporcional a la intoxicación a la que se nos ha sometido.

Maite Pagazaurtundua piensa que existe un síndrome de Estocolmo colectivo, y puede que tenga algo de razón. Andoni Ortúzar dice desear que nos olvidemos del terrorismo y que “nos dejen en paz” y muchos desean que así sea, que nos olvidemos de todo y que pasemos página, muy especialmente los que, como el PNV estuvieron, salvo poquísimas excepciones, siempre en el lado bueno de las pistolas.

Pero Euskadi es una sociedad herida, lesionada dije un día, y no va a librarse tan fácilmente de sus fantasmas. Suponiendo que se haya acabado ya el veneno, aún tendremos que pasar por un proceso de desintoxicación que abarcará a todos, aunque a unos más que a otros y a la izquierda abertzale sin duda a la que más.

El Lehendakari ha dicho que no se puede cerrar el libro de la violencia sin leer la última página, esa que precisamente no quieren leer los abertzales porque temen, con razón, que les amargue su última victoria.

Verdad, para no olvidar lo ocurrido, justicia, para reparar el daño causado y democracia, sobre la que construir una convivencia en libertad. Esos son los tres únicos ingredientes que nos ayudarán a superar la embriaguez del terror. Cuanto antes empecemos mejor.

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